Por
Qué Odio Saturno nació,
al igual que un humilde servidor, en 1990,
escrito e ilustrado por Kyle
Baker
y constituyendo uno de
los cómics más hilarantes que haya leído nunca. La narradora
y protagonista a un mismo tiempo se llama Anne Merkel y es una
escritora neoyorquina tan talentosa como irritable, quejica,
desastrosa y misántropa. Su vida cómoda pero insatisfactoria
experimenta un revulsivo gracias a su hermana Laura, que es
justo lo más diametralmente opuesta a ella misma: misteriosa,
ordenada, de hábitos sanos, concienciada con el medio ambiente, con
confianza en sí misma y tan apasionadamente optimista que entra de
lleno, literalmente, en la locura.
Portada de la edición de Planeta. |
La
obra destaca, sobretodo, en dos aspectos: los personajes y los
diálogos. Los primeros, todo ellos, incluyendo los más secundarios,
son divertidos y entrañables; aun los que también son mezquinos o
ruines de un modo u otro... que son la mayoría. En cuanto a los
segundos, son simple y deliciosamente geniales: ágiles, ingeniosos,
incisivos y jocosos. Muchos no tienen más razón de ser que la de
exponer la demencia de nuestra realidad al tiempo que crean atmósfera
y definen personalidades: una labor de por sí importantísima que,
además, ayudará a la transformación personal que acabará
acometiendo Anne. En este apartado destaca el rol de Ricki,
su mejor amigo y, a mi parecer, un trasunto del propio autor:
básicamente está ahí para servirle de interlocutor, aunque acabará
acaparando parte del interés que despierta la trama.
Tan
ácidos e inteligentes como los mencionados coloquios son las amargas
reflexiones que se construyen a través de ellos sobre la sociedad,
el sexo, las relaciones sentimentales o la humanidad en general. Esta
visión del mundo (muy cercana a la que servidor comparte con mucho
colegas en calidad de bohemios de barra de bar o de admiradores
confesos de George Carlin) resulta muy cínica y desencantada,
pero también muy divertida, aunque sea de una manera asquerosamente
frívola. Un mundo tan absurdo que a veces no podemos evitar
sentirnos ajenos a ello, prácticamente como alienígenas.
Concretamente, alienígenas de Saturno. Precisamente Laura, a
través de la locura, consigue escapar del caos y del sinsentido de
nuestro planeta marchándose a otro. Irónicamente, tal vez sea lo
más cuerdo en un orbe tan loco.
Sin
embargo, no quiero transmitir una idea equivocada, y he de añadir
que el humor y la mala leche que impregnan a partes iguales esta
lectura no se encuentran restringidos únicamente a los diálogos, si
no que dominan el argumento y son extensibles incluso a los
hilarantes extras de las
páginas finales. La historia se mantiene fiel en todo momento, si
bien experimenta un giro bastante brusco cerca de su desenlace que,
de todas maneras, encaja perfectamente con su tono e intencionalidad.
Por
todos los aspectos comentados anteriormente, amén de por la
intelectualidad de los protagonistas y de la ambientación en Nueva
York, ha sido muy equiparada al cine de Woody Allen, algo
que no me parece en absoluto descabellado. Sin embargo conviene
aclarar que, aunque puedan tener en común algunas características,
el Señor Baker ofrece un estilo propio y distinto, y que las
diferencias se ven todavía más remarcadas por el simple hecho de
trabajar en un medio narrativo diferente.
Falta
por comentar el apartado gráfico, especialmente ideado para lectores
poco habituados a la narrativa del noveno arte; de ahí que la
distribución de viñetas por página sea tan simple e intuitiva
dentro de su elegancia. Los dibujos están conformados por trazos
claros y aparentemente sencillos pero muy expresivos, en un falso
blanco y negro que realmente es tricolor. También cabe destacar la
disposición de los textos, que no están enmarcados en bocadillos,
si no que se encuentran bajo cada viñeta, a la guisa de subtítulos
cinematográficos.
El Señor Baker, en todo su esplendor. |
El
único problema que le encuentro es que es demasiado breve como para
seguir comentándolo sin destriparlo, por lo que no puedo añadir
nada más, salvo que no dudaría en volver a acudir a esta especie de
billete a Saturno, capaz de hacerme volar por un buen rato.
¿Cual es mejor la edición de NORMA o la edición de PLANETA?
ResponderEliminar