James
Barrie creó al inmortal Peter Pan motivado por la pérdida de su
hermano mayor, David, con sólo trece años. A consecuencia de la
misma, el trato con sus padres, y particularmente con su madre, quedó
gravemente trastocado, desarrollándose en términos realmente
enfermizos. También influyó su polémica relación con el
matrimonio Llewelyn Davies y, más concretamente, con sus hijos. Y,
por supuestísimo, su propio deseo de no crecer; la añoranza por
haber dejado atrás la infancia.
Dio constancia de él por primera vez en su novela EL PEQUEÑO PÁJARO
BLANCO, de 1901; sólo tres años más tarde, presentó la obra
teatral donde le enfrentaría con el terrible Garfio, y donde nos
revelaría el maravilloso País de Nunca Jamás, con sus hadas,
sirenas, piratas y misterios, así como a la tribu de Niños Perdidos
que lo puebla. En 1911, adaptó la susodicha trama a la prosa con
PETER PAN Y WENDY, relato sumamente recomendable en las bibliotecas
de todas los hogares con niños.
Ilustración del cómic de Loisel. |
La
historia es tan conocida que la introducción parece prácticamente
innecesaria: una joven del Londres victoriano, Wendy Darling
(textualmente, 'Wendy Cariño') le narra cuentos fantásticos a sus
hermanos pequeños. No se sabe escuchada a hurtadillas por el
mismísimo Peter Pan, un muchacho legendario, criado por las hadas.
En una escena hermosísima, donde da caza a su propia sombra, éste
se revela ante la chica y le propone llevársela a Nunca Jamás: un
mundo tan mágico como sus narraciones, donde podrán vivir aventuras
y donde, como él mismo, nunca jamás tendrá que crecer ni hacerse
adulta.
Pese
a su disfraz de relato infantil, es tan profunda que acongoja, y está
cargada de simbolismo. El propio Pan, aunque con características del
travieso psicopompo de Hermes, parte de la deidad griega homónima:
arropado por la naturaleza, rodeado de criaturas de ensueño y ajeno,
siringa en mano, a las complicaciones del mundo mortal. Sin embargo,
el personaje más fascinante, el más humano, complejo y torturado,
el psicológicamente mejor construido y el más lleno de contrastes,
no es otro que el supremo antagonista del libreto: el capitán pirata
James 'Jay' Garfio.
Jason Isaacs en la adaptación fílmica de 2003. |
Aunque
profundamente trastocado, Garfio viene a representar el único atisbo
de madurez en un mundo de infantes; no en vano, se verá literalmente
perseguido por el propio tiempo encarnado, tan inexorable como los
apropiados mecanismos de un reloj y transfigurado en un persistente
cocodrilo que ya le ha devorado parcialmente (y “estúpido como
todos los esclavos de una idea fija”).
La
impresión se refuerza por el mero hecho de que, tradicionalmente, el
padre de Wendy y él sean representados por el mismo actor. Ambos,
Garfio y el señor Darling, se preocupan por mantener unas modales
que poco les importan, en su salvajismo, a los criajos. En el caso
del corsario, su elegancia le dota de cierta superioridad frente al
resto de los habitantes de Nunca Jamás, a la vez que crea un
contraste aterrador con la crueldad, a veces frívola, a veces
furibunda, de sus actos. Superioridad y crueldad que se reflejan,
como señala el escritor, en que trate a sus esbirros como a
perros... y en que éstos, como tales, le obedezcan.
Es
fácil que los lectores adultos, al aproximarse al libro, se sientan
más identificados con el capitán que con los supuestos héroes.
Probablemente también lo hiciera el propio Barrie: no parece
casualidad que compartiera con él su nombre de pila. El James
ficticio tiene motivos de sobras para odiar a Pan y su pandilla, que
van mucho más allá de su mano mutilada; no en vano, el retrato que
hace el James literato de la infancia está preñado de dulzura y
nostalgia, pero tampoco elude sus aspectos propios menos amables,
como ese supremo egocentrismo que caracteriza al niño eterno.
Wendy
es la muchacha que empieza a hacerse mujer; por eso, busca en Peter
algo que éste, en su niñez y en su egoísmo, no puede darle: un
beso que es más que un beso. Por eso se siente fascinada, aunque
sólo sea momentáneamente, por un Garfio (¿su propio padre?) de
caballerosas (aparentes) maneras. Es la única que vence el efecto
amnésico de la isla encantada, la única que no termina de perderse
en la ilusión, la que le recuerda a sus hermanos que ellos no son
huérfanos como los otros Niños Perdidos y que tienen unos padres,
unas responsabilidades y un mundo real al que volver.
Cartel de la película de 1924. |
Al
término, no sólo Garfio encuentra su derrota: Darling reconoce al
vencido navío pirata que le devuelve a sus hijos, dándose a
entender que él también vivió sus propias aventuras en el pasado.
Y si antes era regañón y ansiaba que sus vástagos maduraran de una
vez, ahora, por fin, es capaz de comprenderlos, de ver a través de
sus ojos, al haber recuperado parte de su niñez con ese recuerdo.
En
definitiva, la muerte de Garfio, la redención de Darling y la
adopción, por parte de éste y su esposa, de los Niños Perdidos,
supone la reconciliación entre la infancia y la madurez. Aunque
Peter perdure y se indiquen futuros viajes a Nunca Jamás, tanto por
parte de Wendy como, con el tiempo, de sus descendientes.
Una
versión desde el punto de vista de Garfio bien podría, además de
darle el relieve merecido, ahondar en los aspectos más obscuros y
turbulentos del argumento, convirtiéndolo en un cuento de hadas
macabro. Uno que, bien tratado, no tendría por qué perder a su
público infantil. Es una tarea que, en el celuloide, bien podría
haber desarrollado en buenos términos Tim Burton, en su buena época
(otro personaje irreal y con armas blancas en lugar de manos).
Lamentablemente,
lo que obtuvimos a cambio fue la visión de Steven Spielberg, que
corre por derroteros muy diferentes. De hecho, aunque sin dejar de
concederle suma importancia, tampoco le otorga al líder pirata toda
la predominancia que parece prometer un título como HOOK: EL CAPITÁN
GARFIO (1991).
Pero,
pese a las malas críticas que cosechó y pese a desaprovechar el
potencial señalado, sigue siendo una de las súper producciones de
aventura y entretenimiento juvenil más divertidas y entrañables del
cine (¿relativamente?) moderno.
¿Los
motivos? Dentro de cinco días, aquí, en MEMORIAS DE UNA MENTE
EVADIDA.